La tarde del
17 de julio por se produce el alzamiento en las guarniciones de África
y el día 18 se va extendiendo por toda la península. En los momentos iniciales el
Gobierno de Casares Quiroga intentó desbaratar el pronunciamiento destituyendo
a los generales sospechosos y sustituyéndolos por generales de confianza, pero no da resultado.
A
los partidos y sindicatos de izquierda estas disposiciones iniciales les parecieron insuficientes
y extendieron la proclama de “armas para el pueblo”, pidiendo que se armara de
inmediato a las milicias socialistas y comunistas y a los afiliados a sindicatos,
en un proceso de identificación del pueblo con los frente-popularistas. Pretendían
aplastar la sublevación e iniciar al mismo tiempo su revolución, cuyo primer capítulo fallido había
tenido lugar en octubre de 1934.
En
Asturias y León se da orden de armar a las milicias. En Madrid el Teniente
Coronel Gil, Jefe del Parque de Artillería, desoyendo las órdenes recibidas reparte
armas entre las milicias de izquierda.
Por un decreto del 18 de julio de 1936, el gobierno de Casares disolvió todas aquellas unidades militares que habían tomado parte en el movimiento insurreccional. Y por otro decreto de ese mismo día licenciaba a la tropa de todas aquellas unidades cuyos cuadros de mando se hubieran alineado en contra del gobierno republicano. Con estas disposiciones se prescindió de un número respetable de fuerzas militares que hubieran resultado muy útiles en las primeras semanas de la guerra.
El
gobierno de Casares, desbordado por la situación, dimite la tarde del 18 de julio. Un nuevo
gobierno dirigido por Martínez del Barrio intenta hacer desistir a los
sublevados intentando negociar con ellos, pero al no conseguirlo dimite también.
Es
nombrado un nuevo gobierno a cargo de Giral, cuya primera disposición es armar a las
milicias de los partidos del frente popular.
La
fuerza miliciana se componía de una serie de columnas que partían hacia los
distintos frentes sin coordinación alguna obedeciendo tan solo las consignas de
su organización política o sindical. En el Ministerio de la Guerra se creó, el 8 de agosto, la
Inspección General de Milicias para intentar ordenar la situación caótica de las mismas, intentar coordinar sus esfuerzos y avituallarlas
correctamente.
El
4 de septiembre dimite el gobierno de Giral y da paso a un gabinete dirigido
por Largo Caballero, que además asume el ministerio de la guerra.
El hecho de que el alzamiento fuera dirigido por militares, junto con el sentimiento antimilitarista de las fuerzas de izquierda, y la falsa sensación de superioridad que cundió al reducir en ciudades importantes los focos de alzados miliares durante los primeros momentos, hizo que se desconfiara de los militares y que se pensara que un conjunto de fuerzas de milicianos revolucionarios sería suficiente para dominar el alzamiento y hacerse rápidamente con el control de la situación. Pero pronto, la realidad hizo ver que un conjunto de fuerzas de milicias no era suficiente para hacer frente a las columnas nacionales, que la guerra no era cosa de pocos días y que para poder vencer había que organizar un ejército disciplinado, instruido y un mando único que dirigiera todos los esfuerzos bélicos en un mismo propósito.
En el seno del gobierno y en el partido comunista se llegó pronto al convencimiento de que sin un ejército organizado y disciplinado, no se podía afrontar la guerra. Pero la militarización chocaba de frente con la ideología de las distintas organizaciones de izquierda que habían organizado sus milicias, y pretendían, cada una, de ellas llevar a cabo su propia revolución.
En
octubre de 1936, el gobierno republicano inició el proceso de reorganizar sus
fuerzas armadas sobre la base de las unidades y cuadros militares que habían
permanecido leales, al tiempo que refundía las milicias en unidades regulares
del nuevo ejército.
Para
hacerlo poco a poco se pasó a los oficiales y clases de milicias a la escala
activa del ejército. Se movilizó también a la quinta de 1932 a 1935, con lo
cual los milicianos de dichas quintas se integraban directamente en el ejército.
Además
para paliar también el rechazo a la reorganización en un ejército regular, el 16 de octubre, se creó la figura del
comisario político que estaría presente en todas las unidades.
Como
base de esta nueva organización, el 18 de octubre de 1936, se crearon las Brigadas
Mixtas en base a cuatro batallones de infantería, junto con artillería,
ingenieros, carros y blindados, caballería, sanidad. intendencia y
transmisiones. De esta manera nacía el Ejército Popular Republicano.
La
1ª y 3ª Brigada Mixta entrarían en combate precipitadamente en la Batalla de
Madrid, donde partidos y sindicatos movilizaron a todos sus miembros a
alistarse al ejército.
Coincidiendo
con el final del asalto a Madrid, para el mes de diciembre ya se
hallaban en servicio quince brigadas, incluyendo las XI y XII Brigadas Internacionales.
Se
estableció también un nuevo tipo de saludo con el puño cerrado y unas nuevas
divisas de mando para de esta manera marcar diferencias con el anterior
ejército regular.
A
finales de noviembre se organizaron las Brigadas Mixtas en divisiones, y a finales de
año se crearon cuerpos de ejército.
En
la Batalla del Ebro, en 1938, el ejército republicano alcanzaría su nivel máximo de organización y
su máxima operatividad.
Con
excepción de algunos jefes milicianos, como Modesto o Lister, que se habían
preparado en academias de Moscú, la mayoría de ellos adolecían de los
conocimientos militares necesarios, lo cual condicionó siempre el desarrollo de
las operaciones.
Durante
los primeros meses, los soldados no recibían ropa ni armas o municiones
suficientes, pero poco a poco se fue paliando la situación.
La
uniformidad durante la Guerra Civil no fue excesivamente rígida, especialmente
en el ejército republicano. Era habitual la incorporación de prendas de todo tipo
para paliar la escasez de vestuario reglamentario, en especial prendas de
abrigo.
Figura:
La
figura es del catálogo de Miniaturas Beneito en 54mm. y representa un soldado
del Ejército Popular de la República.
En este caso, lleva una uniformidad reglamentaria.Lleva en bandolera una manta o capote, práctica muy extendida en ambos bandos durante la guerra.
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